Un individuo llama al consultorio de un médico y pide fecha para consulta. El médico le dice que no puede darle fecha para aquella semana y le indica una para la siguiente. El paciente insiste en pedir una consulta inmediata, y no da como explicación, según podía esperarse, la causa de tanta urgencia, sino que menciona el hecho de que vive sólo a cinco minutos del consultorio del médico.
Cuando éste responde que no resuelve su propio problema de tiempo el hecho de que el paciente tarde tan poco en llegar al consultorio, éste da señales de no comprender, y sigue insistiendo en que dio una razón suficientemente buena para que el médico le dé una hora inmediata. Si el médico es un psiquiatra ya habrá hecho una observación importante para el diagnóstico, a saber, que está tratando con una persona extremadamente narcisista, es decir con una persona muy enferma.
No son difíciles de comprender las razones. El paciente no es capaz no es capaz de ver la situación del médico como algo parte de la suya.
Todo lo que está en el campo visual del paciente es su deseo de ver al médico, y el hecho de que tarde poco en llegar. No existe el médico con su horario y sus necesidades. La lógica del paciente es que si para él es fácil llegar, al médico les es fácil verlo. La observación diagnóstica acerca del paciente sería algo diferente si, después de la primera explicación del médico, el paciente fuera capaz de contestar: "Oh doctor naturalmente, lo comprendo; lo siento mucho, realmente fue una estupidez lo que dije". En este caso también estaríamos tratando con individuo narcisista que al principio no diferencia su situación y la del médico; pero su narcisismo no es tan extenso y rígido como el del primer paciente. Es capaz de ver la realidad de la situación cuando se llama su atención hacia ella, y responde en consecuencia. Este segundo paciente probablemente se sentiría molesto por su desatino, una vez que lo hubiera advertido; el primero no se inquietaría en absoluto: se limitaría a criticar al doctor por su estupidez para comprender una cosa tan sencilla.
Un fenómeno análogo puede observarse fácilmente en un individuo narcisista que se enamora de una mujer que no le corresponde. El individuo narcisista se inclinará a no creer que la mujer no lo ame. Razonará así: "Es imposible que no me ame cuando yo la amo tanto", o "No podría amarla tanto si ella no me amase también". Después pasa a racionalizar la falta de correspondencia de la mujer con suposiciones como éstas: Me ama inconscientemente; tiene miedo a la intensidad de su amor; quiere probarme, torturarme", y así por el estilo. Lo esencial aquí, como en el caso anterior; es que el individuo narcisista no puede percibir la realidad en otra persona como diferente de la suya.
Veamos dos fenómenos que en apariencia son extremadamente diferentes, y sin embargo, los dos son narcisistas. Una mujer pasa muchas horas al día delante del espejo para arreglarse el pelo y la cara. No es que sólo sea vanidosa. Está obsesionada con su cuerpo y belleza, y su cuerpo es la única realidad importante que te conoce. Quizá está muy cerca de la leyenda griega que habla de Narciso, hermoso mancebo que rechazo el amor de la ninfa Eco, la cual murió de dolor. Némesis lo castigó haciéndolo enamorarse de su propia imagen reflejada por el agua del lago, y por admirarse más de cerca cayó al lago y se ahogó. La leyenda griega indica claramente que esta clase de amor a sí mismo es una maldición, y que en su forma extrema termina en autodestrucción. Otra mujer (y muy bien podría ser la misma algunos años después) sufre hipocondría; está también constantemente preocupada con su cuerpo, no en el sentido de hermosearlo, sino porque teme enfermar: Por qué es elegida la imagen positiva o la negativa tiene, desde luego, sus razones, pero no necesitamos tratar aquí de ellas. Lo importante es que detrás de los dos fenómenos está la misma preocupación narcisista por uno mismo, con escaso interés por el mundo exterior.
La
hipocondría moral no es diferente, en lo esencial. En ella el individuo no tiene miedo de enfermar y de morir, sino de ser culpable. Tal individuo está constantemente preocupado por su culpa en cosas que hizo mal, en pecados que cometió, etc. Aunque al extraño ─y a sí mismo─ pueda parecerle particularmente concienzudo, moral, y hasta interesado por los demás, el hecho es que ese individuo sólo se interesa por sí mismo, por su conciencia, por lo que otros puedan decir de él, etc. El narcisismo subyacente en la hipocondría física o moral es el mismo narcisismo de la persona vanidosa, salvo que es menos patente, como tal, a ojos no preparados. Se encuentra esta clase de narcisismo , que Karl Abraham clasificó como
narcisismo negativo, particularmente en estados de melacolía, caracterizados por sentimientos de insuficiencia, de irrealidad, de autoacusación.
Puede verse en formas aún menos agudas la orientación narcisista en la vida cotidiana. Un chiste famoso lo expresa graciosamente. Un escritor se encuentra con un amigo y durante mucho tiempo le habla de sí mismo. Después dice: "Hable de mí hasta ahora". Hablemos ahora de
ti. ¿Te gustó mi último libro?" Este individuo es típico para muchos que están preocupados consigo mismos y que prestan poca atención a los demás salvo como ecos de ellos mismos. Muchas veces, aunque obren de un modo servicial y bondadoso, lo hacen porque les gusta verse en ese papel; emplean su energía en admirarse a sí mismos y no en ver las cosas desde el punto de vista de la persona a quien ayudan. ¿Cómo puede reconocerse a la persona narcisista? Hay un tipo que es fácilmente identificable. Es el tipo de individuo que presenta todas las señales de satisfacción de sí mismo; puede advertirse que cuando dice unas palabras triviales cree que está diciendo algo de suma importancia. Por lo general no escucha lo que dicen los demás, ni se interesa realmente. (Si es inteligente, procurará ocultar ese hecho haciendo preguntas y fingiendo parecer interesado.) También puede reconocerse a la persona narcisista por su susceptibilidad a toda clase de crítica. Esa susceptibilidad puede manifestarse negando la validez de toda crítica, o reaccionando con ira o abatimiento. En muchos casos, la orientación narcisista puede ocultarse detrás de una actitud de modestia y humildad; no es raro, realmente, que la orientación narcisista de un individuo tome su humildad como objeto de autoadmiración. Aunque son muy diferentes las manifestaciones del narcisismo, es común a todas ellas la falta de verdadero interés por el mundo exterior.
En ocasiones no es fácil distinguir entre una persona vana, narcisista, y otra que tiene una baja autovaloración; esta última necesita con frecuencia alabanzas y admiración, no porque se interese por ninguna otra persona, sino a causa de sus dudas acerca de sí misma y de su baja autovaloración. Hay otra distinción importante que no es fácil de hacer: la que existe entre narcisismo y egotismo. El narcisismo intenso implica la incapacidad para sentir la realidad en su plenitud; el egotismo intenso implica sentir poco interés, amor o simpatía por los demás, pero no implica necesariamente la sobrevaloración de los propios procesos subjetivos. En otras palabras, el egotista extremado no es necesariamente narcisista; el egoísmo no es necesariamente ceguera para la realidad objetiva.
E.F